La Isla de Pascua, particularmente aislada, es una pequeña isla (162 km2) del Pacífico, a 3.700 km de las costas chilenas y a 4.000 km de Tahití. La primera población humana de la isla erigió cientos de estatuas de varias decenas de toneladas, los Moáis, entre los años 800 y 1200. Esta isla, habitada por 4.000 personas, fue descubierta por el neerlandés Jakob Roggeveen (1659-1729) el día de Pascua, el 5 de abril de 1722.
La Isla de Pascua es famosa por su patrimonio arqueológico y sus restos megalíticos (unos 900 estatuas de basalto, 400 de ellas inacabadas). La isla tiene poco bosque, pero los primeros exploradores europeos describen la presencia de madera y sotobosque. Las investigaciones arqueológicas demuestran que varias especies de árboles desaparecieron por completo o casi a partir de los años 1500-1600.
Esta tierra habitable, la más aislada del mundo, es un ejemplo de autodestrucción de una sociedad. Durante mucho tiempo, los científicos se preguntaron cómo, en una isla cubierta de praderas y sin árboles, los polinesios pudieron erigir estas enormes estatuas y por qué la mayor parte de ellas estaban demolidas.
De hecho, en esa época, esta isla tenía bosques y árboles grandes, pero los habitantes los talaron poco a poco hasta el último para desarrollar su sociedad. Sin madera ni cuerda, las estatuas fueron abandonadas y cientos quedaron inacabadas. La erosión del suelo que siguió, la falta de recursos y las guerras clanicas terminaron por destruir esta sociedad. Este colapso es un ejemplo de agotamiento total de los recursos en un territorio aislado y marca el cese abrupto del desarrollo de una sociedad.
Lo mismo ocurre en nuestro planeta, donde estamos atrapados. El agotamiento de los recursos, más rápido que su renovación, es un riesgo que amenaza a toda la humanidad. La expansión humana bien podría marcar un alto en cuanto los numerosos recursos que extraemos del planeta sean insuficientes.
N.B.: En 1798, Thomas Malthus (1766-1834) observó que las especies vivas tienden a tener un crecimiento exponencial, mientras que los recursos no pueden crecer al mismo ritmo. De ello dedujo que una catástrofe demográfica es inevitable.