La Pequeña Edad de Hielo designa un período de enfriamiento climático que se extendió aproximadamente desde el siglo XIV hasta el XIX. Durante estos siglos, las temperaturas medias del hemisferio norte disminuyeron de 1 a 2 °C en comparación con las medias actuales. Este descenso tuvo consecuencias notables en las sociedades humanas: hambrunas, migraciones, colapso de culturas y aumento de la mortalidad. Sin embargo, a diferencia de las grandes glaciaciones del Cuaternario, la Pequeña Edad de Hielo no es un período glacial en el sentido estricto, sino más bien un enfriamiento relativo, localizado principalmente en Europa, América del Norte y Asia septentrional.
La mayoría de los estudios científicos coinciden en un inicio gradual entre 1250 y 1350, con varios puntos de inflexión:
Fecha aprox. | Evento asociado |
---|---|
~1257 | Erupción del Samalas (Indonesia), enfriamiento abrupto observado |
1275–1300 | Primeras señales glaciares en los Alpes y los Andes |
1315–1320 | Hambrunas masivas en el norte de Europa, clima frío y húmedo |
1350–1450 | Consolidación del enfriamiento, baja actividad solar |
Las causas de la Pequeña Edad de Hielo son múltiples y resultan de un entrelazamiento de factores naturales interconectados:
Actividad solar mínima: La Pequeña Edad de Hielo coincide con varios mínimos solares, notablemente el Mínimo de Spörer (alrededor de 1460–1550) y especialmente el Mínimo de Maunder (1645–1715). Durante estos períodos, la actividad solar—medida por el número de manchas solares—disminuyó fuertemente, reduciendo la irradiación solar incidente. El Sol sigue un ciclo de 11 años (ciclo de Schwabe), pero variaciones a más largo plazo como los mínimos de Spörer (1460–1550) y Maunder (1645–1715) indican un colapso prolongado de la actividad solar.
Grandes erupciones volcánicas: Numerosas erupciones volcánicas explosivas (Huaynaputina en 1600, Laki en 1783, Tambora en 1815) inyectaron enormes cantidades de aerosoles de azufre en la estratosfera. Estas partículas reflejan la radiación solar y causan un forzamiento radiactivo negativo.
Modificaciones de la circulación oceánica: El enfriamiento también parece estar relacionado con una perturbación de la circulación termohalina del Atlántico Norte. El aumento del hielo marino y los icebergs pudo haber ralentizado la convección de la AMOC (Circulación de Retorno Meridional del Atlántico), reduciendo el transporte de calor hacia Europa.
Retroalimentaciones climáticas: El albedo de la superficie aumentó (más nieve y hielo reflejando más radiación), lo que amplificó el enfriamiento inicial. Además, la variabilidad interna del sistema climático (Oscilaciones del Atlántico Norte, NAO) probablemente contribuyó a mantener inviernos más rigurosos durante ciertas décadas.
Al combinar todos estos efectos, los modelos climáticos reproducen con precisión el patrón de la Pequeña Edad de Hielo, sin que un solo factor sea suficiente para explicarlo completamente.
La Pequeña Edad de Hielo (PEH), aunque marcada por una notable caída de las temperaturas entre los siglos XIV y XIX, no puede compararse con los grandes períodos glaciares que han jalonado la historia geológica de la Tierra. Se trata de un enfriamiento climático regional y transitorio, que afectó principalmente al hemisferio norte, sin llevar a una reestructuración global del clima terrestre o de la biosfera.
Para comparar, la Tierra experimentó, hace unos 750 millones de años, un período glacial extremo durante la era neoproterozoica, a menudo referido como Tierra bola de nieve. Durante estos eventos, particularmente las glaciaciones Sturtien (717–660 Ma) y Marinoen (640–635 Ma), las capas de hielo pueden haber alcanzado el ecuador, cubriendo posiblemente el océano global con una capa de hielo de varios kilómetros de espesor. Las temperaturas medias planetarias entonces cayeron por debajo de −50°C.
Este tipo de glaciación resulta de poderosas retroalimentaciones climáticas, particularmente el alto albedo de la superficie (hielo reflejando la energía solar), el empobrecimiento del efecto invernadero y cambios a gran escala en el ciclo del carbono. La salida de estas fases extremas se explica por la acumulación de CO2 de origen volcánico durante millones de años, causando un masivo efecto invernadero.
En comparación, la Pequeña Edad de Hielo representa una oscilación climática a corto plazo, probablemente amplificada por una combinación de factores naturales (mínima actividad solar, vulcanismo estratosférico, oscilaciones oceánicas). Nunca cuestionó la estabilidad de las grandes zonas climáticas globales, ni causó una glaciación continental masiva.