El 21 de diciembre de 2012 correspondía al final de un ciclo mayor en el calendario mesoamericano maya, llamado la Cuenta Larga. Este calendario se basa en un sistema vigesimal (base 20) combinado con un ciclo de 13 baktunes, aproximadamente 5125 años terrestres. El final del 13º baktun fue interpretado como un plazo cósmico mayor, a veces asimilado a una profecía de apocalipsis.
Desde un punto de vista estrictamente físico, este ciclo no implica ninguna perturbación astronómica mayor. El calendario maya (-1000 a 1500 d.C.) es una herramienta de medición del tiempo basada en ciclos calendáricos, no una predicción de eventos catastróficos. Sin embargo, esta fecha coincide aproximadamente con una alineación solar particular, llamada "alineación galáctica", donde el Sol se posiciona en el plano del centro de la Vía Láctea. Esta alineación, aunque interesante desde un punto de vista geométrico, no conlleva ningún efecto gravitacional o energético significativo en la Tierra.
Más allá del calendario maya, otras civilizaciones antiguas desarrollaron sistemas calendáricos complejos basados en la observación de los movimientos celestes: el calendario hebreo, chino o egipcio, que combinan ciclos lunares y solares. La noción de ciclos cósmicos recurrentes está ligada a la periodicidad de los fenómenos astronómicos (ej: precesión de los equinoccios, ciclos solares, órbitas planetarias).
La precesión de los equinoccios, causada por una ligera inclinación del eje de rotación terrestre con un período de aproximadamente 26,000 años, modifica lentamente la posición de las constelaciones con respecto a la Tierra. El "retorno" de un ciclo en estos calendarios a menudo coincide con fechas simbólicas, pero no existe ninguna prueba física de una catástrofe cíclica ligada a estos fenómenos.
Los escenarios catastróficos a menudo evocados incluyen colisiones con asteroides, erupciones solares masivas o perturbaciones gravitacionales inducidas por cuerpos celestes hipotéticos (ej: el famoso planeta Nibiru). Desde un punto de vista astrofísico, estos escenarios son examinados por modelos rigurosos:
Los desequilibrios ambientales y climáticos que observamos hoy podrían representar solo pequeños eventos en comparación con los grandes trastornos que la Tierra ha sufrido a lo largo de su historia geológica. Los registros geológicos dan testimonio de eventos cataclísmicos, como impactos de asteroides, super erupciones volcánicas o fluctuaciones extremas del clima global.
A lo largo de escalas de tiempo largas, estos fenómenos han remodelado profundamente la biosfera, causando extinciones masivas y reorganizaciones de los ecosistemas. Por lo tanto, es físicamente plausible que la Tierra pueda sufrir nuevamente una catástrofe mayor, incluso si su probabilidad a corto plazo sigue siendo difícil de estimar.
Quizás estamos presenciando el fin de una época de estabilidad relativa, marcada por el Holoceno, para entrar en una fase de transformaciones más rápidas e intensas. La historia de la Tierra muestra que la noción de "fin de un mundo" es una dinámica natural de evolución planetaria, donde el equilibrio es continuamente perturbado y renovado.
Las profecías son tan vagas que a menudo dejan espacio para predicciones apocalípticas que fascinan a la humanidad. Debemos aceptar vivir en la ignorancia, vivir sin certeza fundamental. Desconocer el futuro hace al hombre más curioso e inventivo.
Bossuet decía: "Nos quejamos de nuestra ignorancia, pero es ella la que hace casi todo el bien del mundo: no prever nos hace comprometernos... El hombre construye su existencia sobre un azar absoluto, y es exactamente eso lo que lo hace dueño de sus movimientos y libre de su futuro."
"La ignorancia es el motor de la humanidad, es lo que impulsa a los humanos a avanzar. Es lo que hace progresar la historia." Claude Vaillancourt