A principios del siglo XX, los físicos se encontraron con un enigma: durante una desintegración beta, un neutrón se transforma en protón emitiendo un electrón. Sin embargo, la energía total medida parecía violar el principio de conservación de la energía. En 1930, para salvar este principio fundamental, Wolfgang Pauli (1900-1958) propuso la existencia de una partícula neutra, muy ligera y casi indetectable: el neutrino. Esta última se emitiría simultáneamente con el electrón, llevándose una parte de la energía faltante.
Los neutrinos son leptones, con un espín de \(\frac{1}{2}\), sin carga eléctrica y con una masa extraordinariamente pequeña (inferior a 1 eV/\(c^2\)). Existen tres tipos (o "sabores"): neutrino electrónico, neutrino muónico y neutrino tauónico, cada uno asociado a una partícula cargada correspondiente. En el caso de la desintegración beta, es el neutrino electrónico (\(\nu_e\)) el que entra en juego. Estas partículas atraviesan la materia casi sin interactuar: miles de millones de neutrinos provenientes del Sol o de reacciones nucleares terrestres nos atraviesan cada segundo sin dejar rastro detectable. Su interacción es exclusivamente de tipo débil, lo que hace que su detección sea extraordinariamente difícil.
En una desintegración beta típica, un neutrón se transforma según el esquema:
\(n \rightarrow p + e^{-} + \bar{\nu}_e\)
donde \(n\) es el neutrón, \(p\) el protón, \(e^{-}\) el electrón y \(\bar{\nu}_e\) el antineutrino electrónico. La introducción del neutrino permite restaurar las leyes de conservación de la energía, del impulso y del momento cinético. Por ejemplo, el espectro continuo de la energía de los electrones emitidos en la desintegración beta solo puede explicarse si otra partícula se lleva una fracción aleatoria de esta energía, lo cual es precisamente lo que hace el neutrino.
La prueba experimental de la existencia del neutrino llegó en 1956 gracias al experimento de Frederick Reines (1918-1998) y Clyde Cowan (1919-1974) en la Planta de Savannah River, al detectar el antineutrino emitido por los reactores nucleares. Su método se basa en la interacción inversa:
\(\bar{\nu}_e + p \rightarrow n + e^{+}\)
La observación del positrón (\(e^{+}\)) y del neutrón secundario proporciona una firma indirecta del paso del neutrino. Desde entonces, detectores gigantes como Super-Kamiokande o IceCube continúan rastreando estas partículas mensajeras, que nos informan tanto sobre los procesos nucleares terrestres como sobre las supernovas o el núcleo del Sol.
El neutrino es una partícula con un espín de \(\frac{1}{2}\), como todos los leptones. Pero a diferencia de otros fermiones (partículas elementales), tiene una particularidad fascinante: no se comporta de la misma manera que su antipartícula bajo las simetrías fundamentales de la física. Esta disimetría se manifiesta en particular en la violación de la paridad (\(P\)) observada en las interacciones débiles.
En 1957, el experimento histórico de la física sino-estadounidense, Chien-Shiung Wu (1912-1997) mostró que los electrones provenientes de la desintegración beta son emitidos preferentemente en una dirección opuesta al espín del núcleo, demostrando así que la naturaleza distingue la derecha de la izquierda, una ruptura mayor con el dogma de la simetría universal. Este resultado significa que los neutrinos producidos en las desintegraciones beta son siempre de quiralidad izquierda, mientras que los antineutrinos son de quiralidad derecha.
Esta propiedad se expresa en términos de helicidad: el neutrino se propaga con su espín orientado antiparalelamente a su dirección de movimiento (\(h = -1\)). En cambio, si el neutrino tuviera una masa nula, su helicidad sería invariante bajo transformación de Lorentz. El hecho de que los neutrinos puedan oscilar entre sabores implica que tienen masa, por lo tanto, que no viajan exactamente a la velocidad de la luz. Esto reabre la posibilidad, en teoría, de transformar un neutrino en antineutrino por inversión de un referencial inercial, lo que tendría implicaciones profundas para la violación CP y la estructura del modelo estándar extendido.
Así, el espín del neutrino no es una simple propiedad cuántica: revela una asimetría profunda de la naturaleza, visible en el hecho de que solo la quiralidad izquierda interviene en la interacción débil. En otras palabras, el espín del neutrino muestra que la naturaleza no trata de la misma manera la izquierda y la derecha: solo la versión "izquierda" del neutrino participa en la interacción débil.
El descubrimiento del fenómeno de oscilación de los neutrinos (su capacidad para cambiar de sabor durante su propagación) ha revolucionado la física de partículas al implicar una masa no nula. Esto ha obligado a modificar el modelo estándar y sugiere pistas hacia una física más allá de este. Los neutrinos podrían incluso desempeñar un papel en la asimetría materia/antimateria del universo o explicar parte de la masa faltante en el cosmos.
Inicialmente concebida como una corrección ad hoc a una anomalía energética, la partícula de Pauli ha resultado ser un actor central de la física moderna. Invisible pero omnipresente, el neutrino es el mensajero silencioso de la radiactividad beta, llevando consigo pistas preciosas sobre las leyes más fundamentales que rigen la materia y el universo.
Neutrino | Partícula asociada | Símbolo | Masa < (eV/c²) | Tipo de sabor | Interacción |
---|---|---|---|---|---|
Neutrino electrónico | Electrón | \(\nu_e\) | < 1,1 | Electrónico | Débil |
Neutrino muónico | Muón | \(\nu_\mu\) | < 0,17 | Muónico | Débil |
Neutrino tauónico | Tau | \(\nu_\tau\) | < 18,2 | Tauónico | Débil |
Fuentes: PDG (Particle Data Group, 2024), Super-Kamiokande, IceCube.
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