Los asteroides son testigos fósiles de la formación del Sistema Solar. Representan cuerpos primordiales que han sufrido pocas transformaciones térmicas y mecánicas desde su nacimiento. Su composición química e isotópica proporciona pistas valiosas sobre las condiciones iniciales del disco protoplanetario y los primeros procesos de acreción.
En el disco protoplanetario, el polvo cósmico interactúa gracias a fuerzas electrostáticas y colisiones suaves. Los granos microscópicos se agrupan para formar agregados milimétricos, luego centimétricos, hasta alcanzar el tamaño de planetesimales. El crecimiento no es uniforme: está modulado por efectos como la inestabilidad gravitacional del disco y los remolinos turbulentos que concentran las partículas.
Las simulaciones numéricas recientes indican que estos mecanismos pueden acelerar la formación de cuerpos de varios kilómetros en solo unos miles de años. Las colisiones pueden ser tanto constructivas, permitiendo la acreción de materia, como destructivas, fragmentando parcialmente los cuerpos para formar escombros reacretados. Este ciclo de coalescencia y fragmentación ha llevado a la diversidad observada hoy en el cinturón principal y en las poblaciones de Troyanos.
La población de asteroides está fuertemente dominada por cuerpos pequeños, de unos pocos metros a unos pocos kilómetros de diámetro. Estos pequeños asteroides son extremadamente numerosos en comparación con los grandes planetesimales y los asteroides de gran tamaño. Esta distribución es el resultado tanto de la fragmentación continua debido a colisiones como del proceso de acreción limitado para los cuerpos más masivos. El cinturón principal contiene así miles de millones de pequeños asteroides, formando una verdadera "nube" de fragmentos rocosos y metálicos. Su abundancia explica en parte la alta frecuencia de meteoritos que provienen de estos objetos cuando cruzan la órbita terrestre.
N.B.:
Los datos obtenidos por las misiones espaciales NEAR Shoemaker y OSIRIS-REx han permitido validar estos modelos al proporcionar mediciones directas de la composición, densidad y estructura interna de los asteroides.
Los pequeños asteroides no son bloques monolíticos, sino "pilas de escombros", agglomerados de fragmentos que van desde el tamaño de un guijarro hasta el de una pequeña casa. Esta alta porosidad significa que la cohesión interna es muy débil, mantenida principalmente por la gravedad y a veces por fuerzas electrostáticas entre granos.
El cinturón de asteroides alberga una gran diversidad de estos pequeños cuerpos. Su estructura es tal que existen muchas fracturas y cavidades internas, lo que hace que estos objetos sean frágiles y sensibles a las colisiones. La densidad promedio de algunos "pilas de escombros" puede ser menor que la de las rocas sólidas, indicando que hasta el 50% del volumen puede ser espacio poroso vacío.
En tales asteroides, teóricamente una mano humana podría hundirse en ellos sin encontrar resistencia significativa. Esta baja cohesión también explica por qué muchos pequeños asteroides pueden fragmentarse fácilmente durante colisiones o sobrevuelos gravitacionales, generando escombros y modificando la dinámica del cinturón principal.
N.B.:
Las observaciones de radar y las mediciones de densidad de misiones como NEAR Shoemaker en Eros y Hayabusa en Itokawa han confirmado la estructura de "pila de escombros" para muchos pequeños asteroides.