El año 536 de nuestra era marca un giro brusco en la historia climática del hemisferio norte.
Crónistas de todo el mundo, desde Europa hasta China, describen un oscurecimiento misterioso del sol, cuya luz parece "azulada" y cuyo calor ya no logra calentar la Tierra.
Ese verano, nevó en agosto en China y las cosechas fueron desastrosas en Europa.
Este evento singular, ahora identificado por los científicos como una de las mayores erupciones volcánicas de los últimos 2000 años, se considera el punto de partida de la Pequeña Edad de Hielo de la Antigüedad Tardía, un período de enfriamiento que duró más de un siglo (536–660).
La dendrocronología revela en los troncos milenarios la marca indeleble del año 536: un anillo excepcionalmente estrecho, firma climática de un verano sin calor y un cielo velado por polvo volcánico.
N.B.:
Las investigaciones apuntan a volcanes ubicados en el hemisferio norte (Islandia, América del Norte, posiblemente Asia).
Los aerosoles inyectados en la estratosfera se dispersan principalmente en el hemisferio de origen antes de migrar lentamente hacia el otro hemisferio.
El impacto climático directo (oscurecimiento, enfriamiento) es, por lo tanto, inicialmente mucho más fuerte e inmediato en el hemisferio de origen.
Las investigaciones en paleoclimatología han permitido identificar el origen de esta catástrofe.
El análisis detallado de los núcleos de hielo de Groenlandia y la Antártida revela una concentración extremadamente alta de sulfatos y cenizas volcánicas que datan precisamente de 536.
Contrariamente a la creencia popular, no fue una, sino probablemente dos supererupciones mayores, ocurridas a pocos años de intervalo, las que causaron este fenómeno.
La ubicación exacta del o de los volcanes sigue siendo debatida, con candidatos probables en Islandia o América del Norte.
La explosión proyectó inmensas cantidades de aerosoles de azufre en la estratosfera, formando un velo global que reflejó parte de la radiación solar hacia el espacio y provocó un enfriamiento global.
N.B.:
Los aerosoles volcánicos tienen un poder reflectante mucho mayor que el del CO2.
Su efecto de enfriamiento es potente pero relativamente corto (1 a 3 años), a diferencia del calentamiento inducido por los gases de efecto invernadero, que se acumula durante siglos.
Los impactos de este shock climático fueron profundos y duraderos.
N.B.:
La Peste de Justiniano (primera pandemia de peste bubónica documentada históricamente, 541-542) no fue causada directamente por el enfriamiento climático.
Sin embargo, las hambrunas y los desplazamientos de población inducidos por las malas cosechas crearon condiciones sanitarias y sociales ideales para la emergencia y propagación explosiva de la bacteria Yersinia pestis.
El shock climático actuó así como un multiplicador de riesgo, transformando una epidemia localizada en una catástrofe demográfica a escala continental.
La Peste de Justiniano persistió en olas recurrentes durante casi dos siglos (hasta alrededor de 750).
| Período (EC) | Evento climático/histórico | Indicador clave (núcleos de hielo) | Impacto principal |
|---|---|---|---|
| 536 | Gran erupción volcánica, "oscurecimiento del sol". | Pico extremo de sulfatos, ácido sulfúrico. | Enfriamiento repentino, verano pobre, inicio de malas cosechas. |
| 540 (aprox.) | Probable segunda erupción mayor. | Segundo pico de sulfatos en los núcleos. | Prolongación y agravamiento del enfriamiento, ausencia de recuperación climática. |
| 541-542 | Aparición de la Peste de Justiniano. | Sin señal directa, pero contexto establecido. | Decimación demográfica masiva, debilitamiento del Imperio bizantino. |
| 536 - 660 (aprox.) | Período de enfriamiento prolongado (LALIA). | Niveles altos sostenidos de sulfatos. | Caída en los rendimientos agrícolas, hambrunas recurrentes, reestructuraciones sociales. |
El enfriamiento del siglo VI no es el origen directo de los conflictos, pero sí un factor de amplificación.
Acentúa tensiones políticas, rivalidades territoriales y desequilibrios sociales preexistentes, transformando crisis latentes en colapsos geopolíticos durante décadas.
El estudio de la Pequeña Edad de Hielo de la Antigüedad Tardía ofrece una perspectiva crucial. Muestra cuán rápidamente el sistema climático terrestre puede cambiar tras una perturbación importante, con consecuencias que van mucho más allá del ámbito ambiental para remodelar completamente las sociedades humanas. En un mundo que ahora enfrenta un calentamiento rápido de origen antropogénico, este episodio nos recuerda la vulnerabilidad intrínseca de las civilizaciones ante los trastornos climáticos. También destaca la importancia de los archivos naturales, como los núcleos de hielo, para descifrar nuestro pasado y comprender mejor las dinámicas complejas del sistema Tierra.