Descripción de la imagen: Balance energético de la Tierra según la NASA
Las moléculas de dióxido de carbono (CO₂) son muy eficientes para absorber y re-emitir el calor de la Tierra en forma de radiación infrarroja. El dióxido de carbono (CO₂) está más concentrado en la capa baja de la atmósfera, llamada troposfera (8 a 15 km de altitud, dependiendo de la latitud y las condiciones meteorológicas).
La cuestión de por qué el dióxido de carbono (CO₂), aunque es más pesado que el oxígeno (O₂), no se queda pegado al suelo terrestre está relacionada con varios factores.
Los gases se comportan de manera diferente a los sólidos o líquidos; se mezclan fácilmente por difusión.
Aunque el dióxido de carbono es más denso que el aire (que está compuesto principalmente de nitrógeno y oxígeno), no está inmóvil. Las moléculas de CO₂ se mezclan continuamente con las de otros gases del aire, lo que contribuye a su dispersión homogénea.
En la troposfera, los movimientos turbulentos del aire mezclan constantemente las diferentes capas de la atmósfera, evitando así la formación de capas estables de gas. Además, las moléculas de gas se mueven rápida y aleatoriamente. Este movimiento, conocido como movimiento browniano, significa que incluso gases más pesados como el CO₂ están constantemente en movimiento, lo que impide su sedimentación en el suelo.
El CO₂ tiende a difundirse en el aire circundante, lo que ayuda a dispersar las moléculas de CO₂ en la atmósfera. Este fenómeno se acentúa por los movimientos de aire, como los vientos y las corrientes convectivas.
La temperatura de la atmósfera influye en la densidad de los gases. A temperaturas más altas, las moléculas de gas tienen más energía cinética y se mueven más rápido. Esto promueve la dispersión de gases, incluido el CO₂.
A presión atmosférica normal, gases como el CO₂ se mezclan eficazmente con otros gases.
Aunque el dióxido de carbono es más pesado, representa solo una pequeña fracción de la atmósfera (alrededor del 0,04 % en volumen). Esto significa que se diluye en una gran cantidad de aire, lo que contribuye a su distribución en lugar de su acumulación en el suelo.
El dióxido de carbono no se queda pegado al suelo a pesar de su mayor densidad que el oxígeno debido a las propiedades de los gases, el movimiento browniano, la difusión, así como la temperatura y la presión atmosférica. Estos factores permiten una distribución homogénea del CO₂ en la atmósfera, impidiendo su acumulación en el suelo.