Descripción de la imagen: La Nebulosa del Águila iluminada por vientos estelares intensos provenientes de una estrella masiva. La luz y los flujos de partículas energéticas esculpen y dispersan las nubes de polvo interestelar.
Los vientos estelares están compuestos por flujos de partículas cargadas (electrones, protones, núcleos de átomos) y fotones emitidos por las estrellas. Estos ejercen una presión de radiación sobre el polvo interestelar y los gases circundantes.
Esta presión de radiación resulta de la interacción entre los fotones y los granos de polvo, que absorben y reemiten la energía luminosa, generando una fuerza dirigida hacia el exterior. Cuanto más masiva y caliente es la estrella, más pronunciado es el efecto.
La luz de las estrellas ejerce una fuerza de presión sobre el polvo a través de dos mecanismos:
Los vientos estelares modelan la apariencia de las nebulosas e influyen en la evolución de los sistemas planetarios en formación. Dispersan el gas y el polvo, favoreciendo o inhibiendo la formación de estrellas y planetas.
En las estrellas masivas, los vientos estelares son tan poderosos que pueden erosionar las envolturas externas de la estrella, influyendo en su duración de vida y su evolución hacia una supernova.
La nebulosa del Águila, situada a unos 7 000 años luz en la constelación de Serpens, es un ejemplo emblemático de la acción de los vientos estelares sobre el polvo cósmico.
Sus famosos «Pilares de la Creación» son columnas de gas y polvo erosionadas por las radiaciones intensas de las jóvenes estrellas masivas cercanas. Los vientos estelares esculpen estas estructuras evaporando progresivamente la materia, revelando regiones propicias para la formación de nuevas estrellas.