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Descripción de la imagen: La futura colisión entre la Vía Láctea y la galaxia de Sagitario podría parecerse a la galaxia Remolino que absorbe NGC 5195, su compañera a la derecha de la imagen. Fuente de la imagen: NASA.
La galaxia de Sagitario fue descubierta en 1994 por un equipo de astrónomos (Rodrigo Ibata, Michael Irwin y Gerard Gilmore). La galaxia enana de Sagitario tiene un diámetro de 10,000 años luz y contiene aproximadamente 200 millones de estrellas. La Vía Láctea tiene un diámetro de 100,000 años luz y contiene aproximadamente 200 mil millones de estrellas. La galaxia de Sagitario se encuentra a unos 70,000 años luz de la Tierra, viajando en una órbita casi polar (una órbita que pasa sobre los polos galácticos de la Vía Láctea) a una distancia de unos 50,000 años luz del centro de la Vía Láctea.
La órbita de la galaxia de Sagitario es muy inclinada, con un ángulo de 60 a 90 grados con respecto al plano galáctico. Esto significa que se mueve no solo por encima y por debajo del plano galáctico, sino que también realiza pasajes a través de regiones de alta inclinación con respecto a este plano. La trayectoria de esta galaxia alrededor del núcleo de la Vía Láctea es altamente elíptica, lo que hace que pase cerca del centro galáctico en ciertos momentos y luego se aleje, encontrándose más lejos en la periferia.
Esta órbita polar hace que la galaxia de Sagitario atraviese el halo galáctico, donde es influenciada por la gravedad de la Vía Láctea, contribuyendo a su proceso de acreción y a la eventual disolución parcial de la galaxia de Sagitario. Debido a esta trayectoria, Sagitario está en interacción gravitacional constante con la Vía Láctea, lo que conduce a efectos como el filtrado de sus estrellas y su gas por marea gravitacional, contribuyendo así a su lenta destrucción.
La galaxia de Sagitario comenzó a fusionarse con nuestra galaxia hace unos 4 a 5 mil millones de años. Este proceso de fusión es un evento cósmico mayor que se desarrolla a lo largo de miles de millones de años. La colisión entre la Vía Láctea y la galaxia de Sagitario es un ejemplo de canibalismo galáctico, donde una galaxia más grande absorbe lentamente una galaxia más pequeña.
Las estrellas de la galaxia de Sagitario se integran progresivamente en la Vía Láctea, enriqueciendo nuestra galaxia con nuevas estrellas y materia interestelar.
La colisión con la galaxia de Sagitario tendrá varios impactos en la Vía Láctea. Además de estimular la formación de nuevas estrellas en nuestra galaxia, esta fusión podría perturbar las órbitas de las estrellas existentes, modificando la estructura de la Vía Láctea.
Sin embargo, es importante señalar que las estrellas están tan alejadas unas de otras que las colisiones directas entre estrellas son extremadamente raras. La mayoría de las estrellas de la galaxia de Sagitario simplemente se integrarán en la Vía Láctea sin colisionar con otras estrellas.
Olas de materia, conocidas como "ondas de densidad" o "ondas de marea", se propagarán a través de nuestra Galaxia y contribuirán a la formación de brazos espirales. Estas ondas son perturbaciones en la distribución de la materia (estrellas, gas y polvo) que se propagan a través de la galaxia en respuesta a las fuerzas gravitacionales ejercidas por la galaxia en fusión.
Aunque la fusión de la galaxia de Sagitario con la Vía Láctea es un evento mayor, probablemente no tendrá un impacto directo en nuestro sistema solar. El Sol y los planetas continuarán su órbita sin ser perturbados de manera significativa por esta colisión.
Nuestro sistema solar se encuentra actualmente en una región de la Vía Láctea conocida como la "Burbuja Local". Esta burbuja es una cavidad relativamente vacía de materia interestelar, compuesta de gas caliente (alrededor de un millón de grados Kelvin) y enrarecido. Esta región contrasta con las nubes moleculares más densas y frías que existen en otras partes de la galaxia. La Burbuja Local fue creada por explosiones de supernovas hace unos 10 a 20 millones de años, que barrieron el gas y el polvo interestelares, dejando atrás una región de baja densidad. Nuestro sistema solar está situado cerca del borde de la Burbuja Local. Las observaciones sugieren que entramos en esta burbuja hace unos 5 a 10 millones de años y que podríamos permanecer protegidos en esta región durante varios millones de años adicionales.
Las galaxias se forman a partir de la agregación de materia en el universo primitivo. Con el tiempo, las galaxias pequeñas se fusionan para formar galaxias más grandes. La mayoría de las grandes galaxias, incluida nuestra propia Vía Láctea, son el resultado de fusiones con galaxias más pequeñas a lo largo de su historia. Las fusiones galácticas juegan un papel crucial en la evolución de las galaxias y son un proceso común en el universo.
La Vía Láctea ha experimentado un período de relativa estabilidad durante los últimos miles de millones de años. Esto significa que no ha sufrido fusiones importantes o perturbaciones significativas que hubieran alterado radicalmente su estructura global. La estabilidad de la Vía Láctea ha permitido una formación de estrellas relativamente constante y una estructura galáctica bien definida, con brazos espirales y un bulbo central.
La galaxia de Andrómeda tiene una historia más turbulenta. Ha experimentado fusiones importantes con otras galaxias, lo que ha llevado a una estructura más compleja y a episodios intensos de formación de estrellas. Andrómeda probablemente se fusionó con una galaxia de tamaño significativo hace unos 2 a 3 mil millones de años, lo que perturbó su estructura y llevó a la formación de nuevas estrellas y estructuras galácticas. Debido a estas fusiones, Andrómeda presenta características distintivas, como un disco más perturbado y regiones de formación de estrellas más activas.
La galaxia de Sagitario ofrece una oportunidad única para observar una fusión galáctica en curso, lo que permite probar modelos teóricos y comprender mejor las dinámicas galácticas.
Las observaciones de la galaxia de Sagitario se realizan utilizando telescopios terrestres y espaciales, como el Telescopio Espacial Hubble y el Telescopio Gaia. Estas observaciones ayudan a mapear la distribución de estrellas y materia interestelar, así como a seguir la evolución de la fusión.