Los ápsides designan los puntos extremos de una órbita elíptica. El punto más cercano al foco gravitacional se llama periastro (o perihelio en el caso del Sol), mientras que el más lejano es el apoastro (o afelio). En las órbitas planetarias, estos puntos son cruciales para entender la dinámica orbital, ya que dependen directamente de la excentricidad \( e \) y del eje mayor \( 2a \) de la elipse. Las distancias están dadas por: $$ r_{\text{min}} = a(1 - e),\quad r_{\text{max}} = a(1 + e) $$ donde \( a \) es el semieje mayor. Estas fórmulas muestran que cuanto mayor es la excentricidad, más alargada es la órbita, y mayor es la diferencia entre el perihelio y el afelio.
El interés de los ápsides también radica en su movilidad temporal: bajo el efecto de las perturbaciones gravitacionales, en particular interplanetarias, las líneas de los ápsides (la línea que une el perihelio y el afelio) pueden precesar, es decir, girar lentamente en el plano orbital. Esta precesión es un indicador sensible de efectos no newtonianos, como lo demuestra el avance del perihelio de Mercurio explicado por la relatividad general.
Los planetas interiores (Mercurio, Venus, Tierra, Marte) tienen órbitas relativamente cercanas al Sol, lo que intensifica los efectos de marea y las interacciones con el viento solar. Sus ápsides se miden con gran precisión gracias a las efemérides modernas. Mercurio, con su alta excentricidad \( e \approx 0.206 \), tiene una órbita muy elíptica: su perihelio está a 46 millones de km, y su afelio a 70 millones de km. Este desequilibrio resulta en una velocidad orbital muy variable, que va desde 59 km/s cerca del Sol hasta aproximadamente 39 km/s en el afelio.
La precesión del perihelio de Mercurio es un fenómeno emblemático. Mientras que las leyes de Newton predicen un cierto avance debido a las perturbaciones de otros planetas, las observaciones muestran un exceso de 43" (segundos de arco) por siglo, perfectamente explicado por la curvatura del espacio-tiempo en el formalismo de Einstein.
La Tierra, con una órbita casi circular \( e \approx 0.0167 \), muestra una variación modesta entre el perihelio (147.1 millones de km) y el afelio (152.1 millones de km). Esta diferencia influye en la cantidad de energía solar recibida (la constante solar varía en ~6%) pero no es la causa principal de las estaciones, que dependen de la inclinación axial de 23.5°.
Marte, al estar más lejos, tiene una excentricidad de 0.093, casi seis veces la de la Tierra. Su perihelio (206 millones de km) y su afelio (249 millones de km) muestran una variabilidad estacional mucho más pronunciada, particularmente visible en su clima asimétrico entre hemisferios.
Venus es un caso interesante: su órbita es casi perfectamente circular \( e \approx 0.0068 \). Como resultado, la variación entre sus ápsides es despreciable, pero juega un papel importante en los tránsitos observados desde la Tierra cuando las alineaciones son exactas en el paso por el nodo.
Los planetas exteriores (de Júpiter a Neptuno) describen órbitas más grandes y generalmente más circulares que las de los planetas interiores. No obstante, están sujetos a resonancias gravitacionales mutuas que modifican lentamente sus ápsides. Júpiter, el gigante dominante, influye fuertemente en la arquitectura del sistema solar. Su perihelio está a 740 millones de km, y su afelio a 816 millones de km, con una excentricidad moderada \( e \approx 0.049 \).
Saturno, Urano y Neptuno presentan diferencias de ápsides relativamente pequeñas (unos pocos miles de millones de km) en comparación con sus distancias medias, lo que hace que su movimiento sea más estable a largo plazo. Sin embargo, sus órbitas también están sujetas a una lenta precesión de sus líneas de ápsides, detectada por el análisis espectroscópico de los anillos o el seguimiento de los satélites.
Los cuerpos transneptunianos muestran excentricidades más extremas. Plutón, con \( e \approx 0.2488 \), varía de 4.4 mil millones a 7.3 mil millones de km dependiendo de si está en el perihelio o en el afelio. Esta variación es tal que Plutón puede estar temporalmente más cerca del Sol que Neptuno. Su línea de ápsides está inclinada (~17°) y es altamente móvil, reflejando un régimen caótico.
Otros objetos distantes como Eris, Sedna o los objetos extremos de la nube de Oort, alcanzan afelios mayores de 500 UA. Sedna, por ejemplo, tiene una órbita altamente excéntrica \( e \approx 0.854 \), con un perihelio a 76 UA y un afelio estimado en 937 UA. Estos objetos son testigos fósiles de perturbaciones pasadas, quizás vinculadas a estrellas cercanas o a un planeta hipotético aún no detectado.
Estos ápsides distantes son esenciales para comprender los límites del sistema solar y las fuerzas gravitacionales que allí reinan. Son estudiados mediante simulación numérica, ya que su trayectoria no puede describirse de manera analítica simple, especialmente cuando se toman en cuenta los efectos relativistas, las resonancias y las mareas galácticas.