El tránsito de Venus es un evento astronómico en el que el planeta pasa directamente entre la Tierra y el Sol, apareciendo entonces como un pequeño punto negro que se mueve lentamente sobre el disco solar. El tránsito del 5-6 de junio de 2012 fue uno de los eventos más esperados del siglo XXI. Solo se produce en pares separados por ocho años, con más de un siglo entre cada par. El anterior ocurrió en 2004, y el siguiente no tendrá lugar hasta diciembre de 2117.
El tránsito de Venus no ocurre cada vez que Venus pasa entre la Tierra y el Sol. Sin embargo, como Venus es un planeta inferior (su órbita está dentro de la de la Tierra), pasa regularmente entre nosotros y el Sol durante su conjunción inferior. Sin embargo, el Sol, la Tierra y Venus deben estar perfectamente alineados en un mismo plano para que un tránsito sea visible. Y esto casi nunca es el caso. ¿Por qué? Debido a la inclinación orbital de Venus.
La órbita de Venus está inclinada aproximadamente 3,4° con respecto al plano de la eclíptica, que es el plano de revolución de la Tierra alrededor del Sol.
Así, incluso cuando Venus está entre la Tierra y el Sol (conjunción inferior), generalmente está por encima o por debajo del disco solar visto desde la Tierra. Por lo tanto, no hay tránsito visible.
Los tránsitos solo pueden ocurrir cuando Venus pasa cerca de uno de sus dos "nodos": los puntos donde su órbita cruza la de la Tierra (el plano de la eclíptica). Estos nodos son fijos con respecto a las estrellas (módulo la precesión de los nodos, muy lenta), y los tránsitos solo pueden ocurrir cuando:
Esta doble condición rara vez se cumple.
Porque los períodos orbitales de la Tierra (365,25 días) y Venus (224,70 días) no son múltiplos enteros simples. Se necesitan varios ciclos para que una alineación similar se repita. Cada 243 años, un ciclo completo se repite, con un par de tránsitos separados por 8 años (como en 2004 y 2012), seguido de 121,5 años sin tránsito, luego un nuevo par, luego 105,5 años, etc.
Históricamente, los tránsitos de Venus han permitido medir la distancia entre la Tierra y el Sol gracias al método de paralaje, notablemente durante los tránsitos de 1761 y 1769. En 2012, aunque la distancia Tierra-Sol ya era conocida con gran precisión, el evento sirvió para probar técnicas de observación de exoplanetas y afinar nuestra comprensión de las atmósferas planetarias. El tránsito también permitió revisitar un efecto bien conocido: la "gota negra" — una deformación aparente de Venus cuando entra o sale del disco solar, debido a efectos ópticos en las atmósferas terrestre y venusina.
En el siglo XVIII, científicos como Halley esperaban utilizar los tránsitos para determinar la paralaje solar con extrema precisión cronometrando los instantes exactos de contacto. Pero la gota negra hacía imposible medir estos instantes con precisión, introduciendo un error sistemático de varios segundos, lo que se traducía en incertidumbres importantes en las distancias astronómicas. La "gota negra" es un artefacto visual que revela la complejidad de la observación astronómica, combinando difracción, refracción, turbulencia y fisiología de la visión.
En 2012, las observaciones de alta resolución realizadas desde el espacio (por ejemplo, con el satélite HINODE o el Solar Dynamics Observatory) permitieron: