La nebulosa de Carina, también conocida como NGC 3372, es una de las regiones de formación estelar más vastas de la Vía Láctea. Situada a unos 7.500 años luz de la Tierra en la constelación austral de Carina, esta nebulosa emite una luz espectacular gracias a la energía liberada por sus jóvenes estrellas masivas. Se extiende por más de 300 años luz, lo que la convierte en un laboratorio cósmico sin igual para el estudio del nacimiento, evolución y muerte de las estrellas.
Entre sus objetos más notables se encuentra Eta Carinae, un sistema estelar hipermasivo en fase terminal, famoso por sus erupciones cataclísmicas observadas desde el siglo XIX. La intensidad de la radiación ultravioleta y los vientos estelares generados por estos gigantes modifican constantemente la estructura de la nube molecular gigante, esculpiendo pilares, cavidades y ondas de choque donde nacen otras estrellas.
Gracias a las observaciones del telescopio Hubble y, más recientemente, del telescopio espacial James Webb, los astrónomos han podido sondar las zonas más densas de la nebulosa, revelando protoestrellas y discos protoplanetarios. Estos datos permiten comprender mejor los ciclos de retroalimentación entre estrellas masivas y el medio interestelar, un mecanismo esencial en la regulación de la formación estelar a escala galáctica.
La tabla a continuación presenta las principales características físicas de la nebulosa de Carina en comparación con otras nebulosas emblemáticas, destacando así su carácter excepcional.
Nebulosa | Distancia (al) | Dimensiones | Estrella(s) masiva(s) | Temperatura del gas (K) |
---|---|---|---|---|
Carina (NGC 3372) | 7.500 | 300 al | Eta Carinae | 10.000 – 12.000 |
Orión (M42) | 1.344 | 24 al | θ¹ Orionis C | 9.000 – 10.000 |
Águila (M16) | 5.700 | 70 al | Wings Cluster | 7.000 – 9.000 |
Laguna (M8) | 4.000 | 110 al | 9 Sagittarii | 7.500 – 8.500 |
Trífida (M20) | 5.200 | 40 al | HD 164492A | 8.000 – 10.000 |
Roseta (NGC 2237) | 5.000 | 130 al | NGC 2244 cluster | 6.000 – 8.000 |
Cabeza de Caballo (Barnard 33) | 1.375 | 5 al | σ Orionis | ≈ 10 – 100 |
California (NGC 1499) | 1.000 | 100 al | Xi Persei | 8.000 |
Corazón (IC 1805) | 7.500 | 200 al | Melotte 15 | 6.000 – 8.000 |
Alma (IC 1848) | 7.500 | 150 al | Westerlund 19 | 6.500 – 8.000 |
Fuentes: NASA Hubble Site, ESA/Hubble, JWST, ESO
Desde 2022, el telescopio espacial James Webb (JWST) ha explorado la nebulosa de Carina con una precisión sin precedentes en el infrarrojo medio ($\lambda = 3-28 \ \mu\text{m}$). Gracias a su resolución angular del orden de $0.1''$ y su sensibilidad térmica, Webb ha sondado las estructuras internas de las columnas de gas y polvo, en particular las famosas "Montañas Místicas", revelando protoestrellas profundamente incrustadas y frentes de ionización en propagación.
Estas observaciones han puesto de manifiesto discos protoplanetarios en formación, lo que sugiere que los efectos de erosión fotoevaporativa inducidos por los vientos estelares no son suficientes para interrumpir completamente el proceso de acreción. Esto cuestiona los modelos tradicionales en los que la radiación UV de las estrellas OB dispersaría el gas demasiado rápido para permitir la formación de sistemas planetarios.
Otro descubrimiento reciente se refiere a los chorros bipolares que emanan de algunas protoestrellas en formación. Estos chorros, colimados a lo largo de varios años luz, se revelan mediante líneas de recombinación de hidrógeno ($\mathrm{H}\alpha$, $\mathrm{Br}\gamma$), así como mediante las líneas de rotación de CO y H2. Su dinámica permite estimar las tasas de acreción y la presencia de campos magnéticos localmente intensos ($B \sim 10^{-4}$ T), que canalizan la materia alrededor del ecuador estelar.
Los modelos magnetohidrodinámicos (MHD) restringidos por estas observaciones sugieren que el campo magnético juega un papel crucial en la orientación de los flujos y en la regulación del giro inicial de las estrellas recién nacidas, más allá de la turbulencia local del medio.
Finalmente, los astrónomos han observado nueva evidencia de la inestabilidad evolutiva de Eta Carinae, de tipo Variable Azul Luminosa (LBV), en el límite entre una estrella Wolf-Rayet y una supernova inminente. Las cáscaras de materia en expansión, emitidas durante la erupción de 1843, continúan enfriándose mediante la emisión infrarroja y se mapean en las líneas de Fe II y Si IV. Los modelos de pérdida de masa pre-supernova indican que una explosión de supernova de tipo IIn podría ocurrir dentro de los próximos miles de años, dejando atrás una nebulosa enriquecida con elementos pesados como calcio, hierro o titanio.
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