Descubierto en 2011 por el telescopio espacial Kepler, Kepler-22b es un exoplaneta de tipo super-Tierra ubicado a aproximadamente 600 años luz en la constelación del Cisne. Es particularmente notable porque orbita en la zona habitable de su estrella, una enana amarilla de tipo espectral G5, similar a nuestro Sol, pero ligeramente más fría y más pequeña.
El planeta completa una revolución completa en 289 días, a una distancia de aproximadamente 0,85 UA (unidades astronómicas) de su estrella, lo que teóricamente permite que el agua exista en estado líquido, una condición esencial para la vida tal como la conocemos. Su equivalente térmico terrestre se estima en 22°C, suponiendo una atmósfera similar a la de la Tierra.
Con un radio de 2,4 veces el de la Tierra, Kepler-22b está clasificado entre las super-Tierras, un tipo de exoplanetas intermedios entre la Tierra y Neptuno. Su masa exacta no se conoce, pero los modelos sugieren que podría estar compuesta por una mezcla de silicatos, agua y posiblemente una atmósfera espesa. Su densidad, aún no medida directamente, condicionará los escenarios de formación y las hipótesis de habitabilidad.
La misión Kepler, basada en el método de tránsito, detectó a Kepler-22b al observar caídas periódicas en el brillo de la estrella anfitriona. La profundidad del tránsito (del orden de 500 ppm) y su periodicidad permitieron deducir su radio y su período orbital. Se necesitarán más observaciones, en particular espectroscópicas, para estimar su masa y caracterizar su atmósfera (si existe).
El interés científico por Kepler-22b es inmenso, ya que se trata de la primera exoplaneta de tamaño intermedio descubierta en la zona habitable de una estrella de tipo solar. Esto abre el camino a investigaciones sobre la frecuencia de planetas potencialmente habitables en nuestra galaxia.
La detección de Kepler-22b fue en gran parte un golpe de suerte orbital y temporal. De hecho, el método de tránsito utilizado por el telescopio Kepler se basa en una condición muy estricta: la órbita del planeta debe estar casi perfectamente alineada con nuestra línea de visión desde la Tierra. Este criterio geométrico reduce considerablemente la probabilidad de observar un tránsito para una estrella dada.
Para una órbita a 0,85 UA, el ángulo de alineación admisible es de aproximadamente 0,5°, lo que significa que menos del 1% de los sistemas de este tipo presentarán un tránsito visible desde nuestra posición. A esto se suma el hecho de que Kepler-22b tiene un período orbital largo (~289 días): por lo tanto, se necesitan varios años de observaciones continuas para observar al menos tres tránsitos necesarios para una confirmación.
Kepler-22b fue detectado después de solo 15 meses de misión, lo que implica que los tres tránsitos necesarios para la identificación se observaron desde el inicio de la campaña, una rareza estadística. Si se hubiera perdido un solo tránsito (por una ocultación, un ruido instrumental o una pérdida de señal), este planeta habría pasado desapercibido.
Este descubrimiento subraya cuánto la detección de exoplanetas por tránsito es una ciencia de la oportunidad tanto como de la precisión. También justificó la necesidad de prolongar las misiones de observación continua a largo plazo, como las de los telescopios TESS o PLATO.
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